El Sol crea conjunción a Plutón en Capricornio el 16.01, y el 17 será la Luna Llena en Cáncer: iluminar una cuestión de hogar, familia, raíces, pasado, nutrición materna o del niño interno desde una conciencia que acepta que existen miedos y perturbaciones que deben salir a la luz.
La conjunción del Sol y Plutón en aplicación, perfección y en separación es como lo siguiente. Algunas descripciones aplican para procesos plutonianos.

¿Recuerdan cuando de niños nos preguntábamos cuál era nuestro peor miedo y debíamos hacer una pausa, escarbar en nuestro interior y sopesar las posibles respuestas?
Los miedos no son tan temibles si nos adentramos de a poco en ellos. Nuestros ojos se van acostumbrado a la penumbra que hay en nuestras cuevas personales y vemos, después de un proceso de adaptación, pero finalmente vemos -si es que somos valientes y mantenemos los ojos siempre abiertos-.
Lo anterior se percibe bastante pacífico: un Sol que de a poco va iluminando los temores; a diferencia de si nos arrojaran sin previo aviso a la oscuridad, abrir los ojos y no saber desde dónde viene el peligro o si moriremos allí, solos y en manos del peor monstruo personalizado jamás imaginado.
¿Cómo podríamos saber si es lo peor de lo peor si antes no lo hemos iluminado? El miedo no nos permite razonar, sólo entramos en pánico. Ese miedo irracional de ser arrojados a un hoyo negro con cantidad enorme de horrores, es un miedo abordado desde un ángulo con mala o nula iluminación.
El Sol acercándose a Plutón es como ir bajando escalón tras escalón hacia el inframundo personal. Nuestros ojos se van acostumbrando a la poca luz del entorno y los bichos que allí se encuentran ya no son tan tenebrosos como pensábamos; nuestra vista se habituó y podemos verlos desde otra perspectiva, una más cruda y real.
Hay oportunidad de mirar lo que olvidamos por aquellos túneles, a sabiendas o por descuido, y que sirvieron como pieza clave para edificar nuestro mundo allá arriba. Se muestran de otra manera, ya no son tan brillantes o tan grandes como creíamos, miramos con más agudeza, con más sentido de crítica.
Por los túneles del inframundo hay silencio, no porque nadie quiera estar allí y corran despavoridos para salvar sus vidas, sino que damos por hecho que la vida se vive arriba, donde hay luz, donde hay barullo y energía.
En silencio percibimos mejor lo que callamos, ocultamos y olvidamos. La poca luz ofrece privacidad y confianza para desenterrar lo que alguna vez nos avergonzó o no resistimos ver de frente, a la cara y mostrándole el pecho de lleno, porque nos arriesgábamos a recibir un golpe que nos quitaría el aliento.
En el pecho habita el corazón, nuestro Sol personal, lo que nos da vida.
Si nos detenemos a pensar, quizá no temíamos a todo aquello porque fuese malo, peligroso o maldito, sino porque no tuvimos el tiempo, la cabeza y las circunstancias para detenernos a asimilar si de verdad era lo que creíamos, o sólo se atravesó una sombra negra que alteró nuestra visión e impidió que percibiéramos con claridad su verdadera naturaleza.

Y es que en las sombras se esconde cualquier cosa. Si observamos desde donde siempre pega el sol, la sombra es un punto ciego. Quizá ni siquiera imaginemos que hay alguien allí, retirado del ruido, rumiando situaciones que creyó muertas; cualquiera diría que se esconden de nosotros a propósito, se esconden de la vida, de la acción.
Quien observa desde la sombra que proyecta el árbol tiene la oportunidad de asimilar lo duro y superficial de recibir todo el tiempo el sol de frente, sin un minuto o dos de introspección y retiro. Comer sin desechar y enfermar. Limpiar y repartir la mugre por la superficie, nunca limpiando a consciencia y con el tiempo necesario para recuperar el verdadero color, el original.
De la sombra se sale fortalecido y renovado. Empoderados, sin el miedo que teníamos en un inicio porque hemos visto ya los dos lados. Puede que comprendamos que asusta más la idea de que algo nos asustará, que el desagrado de observar nuestra verdadera naturaleza.
Hay belleza en la desnudez; hay un poder sobrenatural que emana de nosotros cuando enarbolamos en silencio las victorias ganadas en nuestros infiernos personales. Batallas a las que acudimos a solas, con el miedo a no morir como única arma y protección. Saliendo desnudos, desarmados y no muertos, sino renacidos, porque el ciclo no se detiene.
¿Quién no iba a encontrarse a sí mismo poderoso después de notar que le ha ganado a la muerte?
De morir se creen muchas cosas hasta que se siente uno como muerto, entonces ya no creemos, ya sabemos lo que se siente vivir sin luz y sin aire que corre. Es irónico pensar que la muerte misma nos arroja de vuelta hacia la luz, como recordatorio de que no somos de ella, sino que allí estamos sólo de paso, para aprender a vivir, tras haber experimentado el contraste y el sufrimiento.
Sólo los ojos habituados para ver, verán; y quienes hayan muerto, sabrán lo que es vivir.
La nada, el vacío y la dispersión del ego es un tema pisciano.
Un comentario en “Sobre Sol y Plutón”